martes, 23 de octubre de 2018

Reflexiones sobre niñofobia.







Esta mañana he visto algo en el metro que me tiene media mañana dándole vueltas. Y me ha llevado a estas reflexiones que os comparto. Evidentemente son personales y se basan única y exclusivamente en mis apreciaciones totalmente subjetivas.

Entro al vagón y lo primero que me llama la atención es una música  estridente. Me fijo y veo que proviene del móvil de un chico de unos 20 años. Al lado una mujer de unos 60 años, visiblemente contrariada, con gestos continuos de desagrado, pero que calla. En la siguiente estación, se baja el chico, y suben dos preadolescentes de unos 12 años, (lo sé porque se ven libros de 1º de la ESO). Las muchachas que entran van con la risa floja de esa edad. Al rato, la señora contrariada de antes, les increpa, "niñatas, a ver si os calláis, que esto es público y vuestras risas molestan".

Yo me bajaba en la siguiente, y antes de irme le digo a la señora "¿por qué no le ha dicho nada al chico que tenía antes al lado, no será que estas chicas pagan su silencio de antes?" Lo sé, la deformación profesional me acompaña siempre.

En estas llevo pensando toda la mañana y la reflexión que me surge es ¿Tanta niñofobia no responderá en parte a la cobardía de no decir lo que molesta y cuando molesta? ¿No será que es más fácil dirigir nuestras frustraciones hacia quien no se puede defender o consideramos menos peligroso? ¿Respondemos igual a molestias infantiles que a las adultas?

Siento que cada vez hay más permisividad con las molestias incívicas, ya sea por miedo, por desidia o pasotismo. Sin embargo esa permisividad es inversamente proporcional a las molestias que generan los menores. 

Toleramos que alguien hable a gritos en un restaurante, pero no que lo haga un niño o una niña. Toleramos que en un avión dos personas mantengan una conversación en voz muy alta, pero no que lo hagan niños. Se tolera que adultos armen jaleo en un hotel por la noche, pero no que bebés en la habitación de al lado pasen mala noche.

Se está excluyendo a los menores de los espacios públicos.



Vale que los progenitores y demás cuidadores tenemos que enseñarles qué es eso de compartir espacio público y respetarnos unos a otros, que tenemos que enseñarles que no todo lo pueden hacer por el simple hecho de ser niños, que pueden resultar molestos algunos de sus comportamientos, cómo lo es el comportamiento de otras personas adultas. En esta endoculturación, les hacemos flaco favor si les enseñamos que está bien descargar la frustración en el que consideramos más débil, o que no está en posición de poder defenderse.

Con este doble rasero les enseñamos que no son criticables actos concretos, sino las personas que los perpetren, y según qué tipo de persona sea se puede criticar o no.


Disculpen, pero esta doble moral yo la veo muy, muy peligrosa. No olvidemos que los niños de hoy, serán los adultos de mañana, y lo que les enseñemos como bueno hoy, lo entenderán como bueno mañana.

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