Dentro de la psicología infantil
hay bastantes aportaciones e investigaciones importantes para su desarrollo.
Una de las que siempre tengo en cuenta cuando hablo con los padres de algún
paciente, es la llevada a cabo por la Doctora Stella Chess, profesora de
psiquiatría infantil en el centro médico de la Universidad de Nueva York, junto
con su esposo Alexander Thomas, en 1986. Ambos estudiaron el "temperamento
biológico natural". La revelación principal de sus trabajos puso de
manifiesto que las características temperamentales representan los rasgos
heredados y que son el núcleo de la personalidad y juegan un papel sustancial
en el desarrollo futuro.
El temperamento sería la parte de
la personalidad que muestra la tendencia “primaria”, es decir espontánea y
natural a reaccionar con un cierto estilo o manera, mientras que el carácter,
al ser una tendencia “secundaria” es adquirido e influido por el ambiente y con
éste por la educación. Esto significa que el carácter puede adquirirse,
modificarse y perderse. Sin embargo, el temperamento es bastante estable desde
el nacimiento y a lo largo de todo el ciclo vital.
La aportación más importante de Chess
y Thomas, fue el hecho de introducir el concepto del niño como persona activa. Contrastaron con modelos que
tradicionalmente consideraban al niño como receptor pasivo de influencias
externas, o de modelos causales de tipo unilineal y unidireccional. Esto es tan
crucial, que como la propia Doctora Ches dijo, "Si no se toma en cuenta el
temperamento del niño, el maestro, el psicólogo y hasta los padres, pueden
cometer equivocación en su crianza". Porque lo que vale para un niño puede
no valer para otro. Así que habrá que tratarles de forma distinta u en función
de sus tendencias temperamentales. Por eso, para educar bien a nuestro hijo
debemos conocer su forma de ser.
Desde el nacimiento, los bebés
empiezan a mostrar rasgos y conductas únicas y estables que finalmente conducen
a su desarrollo como individuos distintos y especiales. Si somos capaces de
respetarlas y acompañar a cada niño y niña en su proceso evitaremos muchos
problemas, en gran parte derivados de forzar a los niños a ser aquello que no
son. Si esas tendencias se reprimen demasiado, el resultado será mucha tensión
en el niño que generará síntoma. Es importante buscar algún espacio para darles
salida, e incorporar rutinas en su vida cotidiana que las favorezcan.
A continuación veremos los 9
rasgos o dimensiones primarias que encontraron.
1.- Nivel de actividad.
Tiene que ver con el componente corporal
presente en el funcionamiento del niño y la proporción de períodos de actividad
e inactividad.
Niños hiperactivos: tienen
necesidad de liberar la tensión, Hay que fomentar actividades de movimiento. Es
bueno, por ejemplo darles un tiempo de actividad antes de los deberes o ante
situaciones que requieren más quietud.
Niños hipoactivos: tienen
necesidad de momentos de calma y tranquilidad para energetizarse. Proporcionarles momentos de relajación, respiración…
2.- Regularidad (ritmicidad).
Tienen que ver con la necesidad
de una estructura y unos horarios pautados.
Niños rítmicos: tienen la
necesidad de unas rutinas bien establecidas para encontrar el equilibrio.
Niños arítmicos: tienen
necesidad de tener un margen de movimiento, de flexibilidad en su rutina. Demasiada
rigidez les agobia.
3.- Acercamiento o retraimiento.
Tienen que ver con la necesidad
de contacto. Con aceptar personas y situaciones nuevas.
Niños de contacto próximo:
necesitan tocar para sentir. Pueden resultar invasivos. Intentar darles la
proximidad afectiva en casa, para que no la busquen en exceso fuera. Crear
momentos de contacto en familia, cosquillas, masajes…
Niños de contacto lejano:
se sienten más cómodos a cierta distancia. Tardan en hacer amigos y coger
confianza. Conviene prepararlos y darles su tiempo. Proporcionarles confianza
para hablar de sus miedos.
4.- Adaptabilidad
Tiene que ver con la facilidad o
rapidez con que se adaptan a los cambios y a lo nuevo.
Niños hipoadaptables: les
cuestan los cambios. Pueden llegar a mantener situaciones negativas o que les
perjudican por miedo a los cambios. Incorporar de vez en cuando novedades para
que se vaya flexibilizando.
Niños hiperadaptables: se
sienten cómodos fuera de la rutina. Se adaptan sin quejarse. Que vaya
aprendiendo a pedir.
5.- Sensibilidad sensorial.
Tiene que ver con la estimulación
necesaria para provocar una reacción o respuesta.
Niños hipoestimulables: necesitan
poco estímulo para reaccionar, son muy sensibles reaccionan con fuerza a las
variaciones. Detectan cualquier variación o cambio. Lo bueno es muy bueno y lo
malo es muy malo.
Niños hiperestimulables: necesitan
mucha estimulación para movilizarlo, más abstraídos. Sacadles de la inactividad
poco a poco.
6.- Intensidad de respuesta.
Tiene que ver con el nivel de
energía de la respuesta sin distinción de la cualidad.
Niños de respuesta notoria: muestran
una gran energía y son muy exagerados en sus respuestas.
Niños de respuesta NO notoria:
hay que saber apreciar los matices sutiles de sus respuestas. Si no arman no
protestan, puede que no reciban la atención que merecen y sus necesidades no
satisfechas.
7.- La Calidad del Humor.
Tiene que ver con la predominancia
de la alegría, la seriedad y el enfado.
Niños alegres: risueños.
Conviene estar alerta para ver cuándo tras sus sonrisas hay alguna frustración
o malestar, ya que no lo expresan tan fácilmente como los malhumorados.
Niños mal humorados: con tendencia
al enfado hay que tener cuidado para no culparles ni culparnos en exceso (salvo
que ese mal humor responda a alguna causa ambiental que esté afectando a su
vida).
Niños serios: a los serios
hay que hacerles sentir que los queremos y valoramos como son, que nos parecen
encantadores sin que necesiten hacer monerías todo el rato.
8.- Distractibilidad.
Tiene que ver con la efectividad
de los estímulos ambientales extraños en interferir o alterar la dirección de
una conducta en curso o en desarrollo.
Niños distraídos: la
capacidad de distraerse de muchos niños lleva a pensar que es hiperactivo. Conviene
mantener a su alrededor un ambiente tranquilo, bajo en estímulos.
Niños focalizados: pueden
ser más testarudos y oposicionistas y más autónomos.
9.- La atención y persistencia.
Tiene que ver con la cantidad de tiempo que el niño dedica a una
actividad y el efecto de la distracción sobre esa actividad.
Niños inestables:
necesitan que les acompañemos en sus juegos, les hablemos sobre ellos y les
animemos a persistir.
Niños persistentes: tienen
más autonomía para pasar ratos entreteniéndose solos.
La combinación de estas nueve características da lugar a tres tipos de
niños:
– Bebés fáciles (40%) tienen una
disposición positiva. Sus funciones corporales operan de manera regular y son
adaptables. Por lo general son positivos, muestran curiosidad acerca de nuevas
situaciones, y sus emociones son de intensidad moderada o baja.
– Bebés difíciles (10%) tienen
estados de ánimos más negativos y son lentos para adaptarse a las nuevas
situaciones. Cuando enfrentan una nueva situación tienden a retraerse.
– Bebés lentos de animar (15%)
son inactivos, mostrando reacciones relativamente calmadas a su ambiente. Sus
estados de ánimos por lo general son negativos y se alejan de las nuevas
situaciones, adaptándose lentamente.
El 35% restante son niños que no
encajan con estos tres tipos, la mayoría suelen ser una mezcla de estos tres.
La tipología del niño afecta a su
relación con los demás, por tanto podemos decir que el niño determina la
relación socio-afectiva que tiene con los de su entorno. Aunque lo más habitual
es que sea un híbrido entre el niño y la madre, de tal forma que uno se adapte
al otro y al revés.
Pueden aparecer problemas de
conducta si no conocemos las tendencias de nuestros niños. No sabemos respetar
sus tiempos y no somos capaces de sincronizar e interaccionar nuestra conducta
y exigencias con la de los niños.
Sabiendo esto te pregunto, ¿cómo
es tu hijo?, ¿los conflictos que te surgen tienen que ver con la falta de
sincronía con sus tendencias?, ¿qué puedes hacer para mejorar esto?