viernes, 3 de junio de 2016

El árbol que no sabía quien era.

Había una vez en un lugar que podría ser cualquier lugar, y en un tiempo que podría ser cualquier tiempo, un jardín esplendoroso con árboles de todo tipo: manzanos, perales, naranjos, grandes rosales,... Todo era alegría en el jardín y todos estaban muy satisfechos y felices. Excepto un árbol que se sentía profundamente triste. Tenía un problema: no daba frutos.

-No sé quién soy... -se lamentaba-.

-Te falta concentración... -le decía el manzano- Si realmente lo intentas podrás dar unas manzanas buenísimas... ¿Ves qué fácil es? Mira mis ramas...

-No le escuches. -exigía el rosal- Es más fácil dar rosas. ¡¡Mira qué bonitas son!!

Desesperado, el árbol intentaba todo lo que le sugerían. Pero como no conseguía ser como los demás, cada vez se sentía más frustrado.

Un día llegó hasta el jardín un búho, la más sabia de las aves. Al ver la desesperación del árbol exclamó:

-No te preocupes. Tu problema no es tan grave... Tu problema es el mismo que el de muchísimos seres sobre la Tierra. No dediques tu vida a ser como los demás quieren que seas. Sé tú mismo. Conócete a ti mismo tal como eres. Para conseguir esto, escucha tu voz interior...

¿Mi voz interior?... ¿Ser yo mismo?... ¿Conocerme?... -se preguntaba el árbol angustiado y desesperado-. 

Después de un tiempo de desconcierto y confusión se puso a meditar sobre estos conceptos.

Finalmente un día llego a comprender. Cerró los ojos y los oídos, abrió el corazón, y pudo escuchar su voz interior susurrándole:

"Tú nunca en la vida darás manzanas porque no eres un manzano. Tampoco florecerás cada primavera porque no eres un rosal. Tú eres un roble. Tu destino es crecer grande y majestuoso, dar nido a las aves, sombra a los viajeros, y belleza al paisaje. Esto es quien eres. ¡Sé quien eres!, ¡sé quien eres!..."

Poco a poco el árbol se fue sintiendo cada vez más fuerte y seguro de sí mismo. Se dispuso a ser lo que en el fondo era. Pronto ocupó su espacio y fue admirado y respetado por todos.

Solo entonces el jardín fue completamente feliz. Cada cual celebrándose a sí mismo.

(Cuento oriental de autor desconocido).



Me gusta usar los cuentos en terapia, y lo más curioso de su uso es la moraleja que se puede extraer de ellos, por ejemplo, ¿cuál sería vuestra moraleja para la historia del roble?

Yo extraería dos. Una, la de la primera parte, y estaría relacionada con la moda del pensamiento positivo, que sí, que una actitud positiva ayuda más que estar siempre lamentándose, ponernos en una actitud negativa y víctimista que nos relega a una posición pasiva, de desgana , desencanto y pasividad.  

El bombardeo al que estamos sometidos sobre las maravillas del pensamiento positivo hace que a algunas personas les lleve a una frustración y culpa muy dañinos. Pues bien, señoras y señores, sólo pensar en positivo no vale de nada. Hay que ser consciente y responsable con lo que somos, con nuestras capacidades. Hay que ser proactivos en la búsqueda de soluciones, pasar a la acción y salir de lo mental, que sí, que ya he dicho que ayuda, pero se queda corto. Es más, puede ser un mecanismo de escape de la realidad y no asumir las responsabilidad y el poder del cambio.

La otra moraleja que yo extraigo es que si intentamos ser lo que los demás quieren que seamos nos llevará a un callejón sin salida de sufrimiento e insatisfacción. Y que posee las mismas características, en las mismas proporciones y combinaciones. Y nadie ha vivido, todas las experiencias que tú has vivido y de la misma manera. Por lo tanto, al compararnos, compararnos personas y vivencias diferentes. Además, cuando nos comparamos, lo hacemos de algún rasgo o característica, generalmente de lo que salimos perdiendo frente a personas o situaciones que admiramos.

Debemos aprender a mantener nuestra propia vida y establecer nuestras propias metas y objetivos
, basados en lo que queremos y no en lo que los demás han podido lograr.

¿Vives de la comparación y del juicio? ¿Eres responsable de tus elecciones?

Vivir con responsabilidad implica un proceso de aprendizaje, de aciertos y errores, y sólo recorriendo ese camino se logra ser el dueño de los propios actos, que nos llevarán a unos resultados que serán los que nos guíen en la concreción de los propios objetivos.

Si buscamos nuestra identidad queriendo parecernos a alguien, nos perdemos nuestra belleza. Tú eres un árbol, con tus características, y no otro. Compararnos con otras personas, nos lleva siempre a sentirnos defraudados de nosotros mismos.

¿Hasta cuando vas a vivir la vida que otras personas quieren que vivas? Haz cómo el roble y escucha en tu interior.

Un saludo.