jueves, 30 de octubre de 2014

Cuidarse para cuidar. La necesidad de prestarnos atención como profesionales de la ayuda.



“Ser capaz de prestarse atención a uno mismo es requisito previo para tener la capacidad de prestar atención a los demás; sentirse a gusto con uno mismo es la condición necesaria para relacionarse con otros” (Ética y Psicoanálisis. Erich Fromm).

Ejerzo una profesión fascinante y bella. Acompañar a alguien que se encuentra mal, a sentirse mejor es tremendamente gratificante, tanto que en nuestro deseo de ayudar a sanar a los demás podemos olvidarnos de nosotros mismos, no hay que dejar de lado que más allá de profesionales también somos personas; personas en constante contacto con el malestar y el dolor ajeno, cuando no con sus traumas.

No somos inmunes a este dolor. Igual que no lo somos al virus de la gripe, podemos intentar no contagiarnos tomando ciertas medidas de protección; o actuar aliviando, si ya ha habido un contagio, en el que hemos hecho propio parte del dolor o malestar ajeno. Desafortunadamente, creo que la diferencia con la gripe reside en que en nuestro caso no disponemos de una vacuna que nos inmunice. Ante esto me pregunto: ¿Podemos centrarnos, de tal modo, en la angustia de las personas a las que atendemos pasando por alto nuestro creciente malestar? ¿Es sano para nosotros no tenernos en cuenta, no protegernos? 



El desgaste físico y emocional supone un proceso continuo, no son esporádicos. Habitualmente, no valoramos bien los riesgos de nuestra profesión,  o cualquiera enfocada a la ayuda, porque cualquiera de nosotros puede verse afectado laboralmente siendo vulnerables al impacto de los traumas de nuestros clientes. Esto nos puede llevar a la fatiga por compasión, el trauma vicario, el agotamiento físico y mental, si no somos conscientes del estado de nuestro cuerpo y nuestra mente, resintiéndonos nosotros y nuestro entorno. Puede llevar incluso a plantearnos el abandono de la profesión o del campo de trabajo.

El acto de cuidar del otro implica ante todo, la necesidad de conocerse y saber protegerse, así como el saber canalizar nuestra entrega durante el proceso de cuidado. El cuidador profesional en teoría se hace desde la elección, y supuestamente, desde el soporte y la formación adecuados. Sin embargo, a veces nos negamos las cautelas necesarias. Casi siempre, por diferentes motivos, que no voy a entrar a valorar ahora. Contar con la red de apoyo adecuada, o la supervisión externa de situaciones y/o casos difíciles, son ejemplos de autoprotección y desahogo de nuestra necesidad de cuidarnos. 

Es responsabilidad del cuidador profesional tener la preparación y formación adecuados, también debe velar por su equilibrio emocional y por la salud física y mental. No basta con saber, hay que poner los medios para el propio bienestar. Sin correr el riesgo de perjudicar a las mismas personas a las que pretendemos ayudar. Creernos invulnerables es lo que nos transforma en “sujetos de alto riesgo”.

¿Alguna vez hemos analizado si nuestro malestar parte de nuestro quehacer profesional?

Manejar una serie de principios y conceptos teóricos básicos como la empatía somática, o como responde el Sistema Nervioso Autónomo ante el trauma, así como descubrir destrezas destinadas a maximizar el autocuidado del terapeuta en relación a su trabajo, nos ayudaran a no perdernos a nosotros mismos y no fusionarnos con las personas a las que pretendemos ayudar.

A cada uno de nosotros nos corresponde encontrar nuestra propia combinación de estrategias para hacernos cargo del manejo de los riesgos que podrían derivar en la fatiga por compasión, el trauma vicario o el síndrome de burnout, para seguir ayudando adecuadamente. 

Algunas estrategias y recursos van, desde reconocer nuestro auto diálogo durante las sesiones (cómo procesamos la información dada por la persona a apoyar), conocer que tipo de imágenes creamos de los relatos, ejercicios corporales para controlar el reflejo somático, revisar la activación durante las sesiones, crear un espacio de trabajo protector, o incluso rituales de limpieza. Sin olvidar las supervisiones clínicas y sanar nuestra propia experiencia personal.

Se elijan las que se elijan, siempre tener presente la necesidad de auto cuidarse y auto protegerse. El mejor indicador para evaluar si estamos sufriendo los efectos de nuestro trabajo somos nosotros mismos, nos conviene conocernos tan bien como podamos. Tener el control de nuestros talentos y también de nuestras limitaciones.

Para finalizar unas preguntas para la reflexión… ¿sientes la necesidad de cambiar de trabajo, ya no te motiva, o te afecta personalmente? ¿Hay pacientes/clientes/usuarios con los que te sientes especialmente incómodo?.¿Has dejado de tener interés por las cosas que antes te atraían de tu trabajo? ¿Te cuesta mantener la atención durante las sesiones?.... Si has contestado afirmativamente a alguna de estas preguntas, puede que necesites revisar tu nivel de autocuidado y autoprotección, y solicitar ayuda y supervisión.

Un saludo y a cuidarse.




martes, 21 de octubre de 2014

A propósito del Día Mundial de la Salud Mental. "Living with schizophrenia"

Ya sé que llego un poco tarde con este post para lo que quiero decir, aunque más vale tarde que nunca, ahí va.

El pasado día 10 de octubre fue el Día Mundial de la Salud Mental,
ese día se busca concentrar la atención mundial en la identificación, tratamiento y prevención de algún  trastorno mental destacado para ese año. El de este año ha sido "Living with schizophrenia".
Os cuento todo esto como curiosidad y "culturilla general", en lugar de hablaros de cifras y estudios, voy a hacer mi pequeño aporte a este tema con otro punto de vista y otro enfoque, os comparto una entrevista a Roger Waters sobre la trágica vida de Syd Barrett el gran icono de la música rock de los 60 y co-fundador de Pink Floyd. Las palabras de su amigo dicen más que muchos estudios. Espero que la disfruteis.





Porque como ha dicho  el Secretario General de la OMS, con ocasión del Día Mundial de la Salud Mental "... Juntos, podemos dar dignidad y esperanza a quienes padecen esquizofrenia y otras enfermedades mentales graves."

martes, 7 de octubre de 2014

Indignación, vergüenza, asco, repulsa... El primer caso de Ébola en Europa. Cortesía de Marca España.



Anoche me acosté con la noticia del primer caso de Ébola en Europa, y ¡¡¡tachán!!!!, en España, Madrid, Alcorcón (al ladito de donde iba a ir Eurovegas). La primera impresión es de sorpresa, estupor, miedo, y según voy leyendo mi indignación, mi vergüenza, repulsa crecen.

Me vienen ideas, noticias, como la del espeleólogo que ha estado más de diez días atrapado en una cueva poco accesible, en condiciones muy duras, con lesiones tras una caída que imposibilitaban su salida por sus propios medios sin poner en riesgo su vida. Que estaba trabajando, hay muchos tipos de trabajos y el suyo era ese. Pues a este buen hombre lo han tenido que repatriar haciendo prácticamente una colecta entre los aficionados a la espeleología y afines y con la ayuda desinteresada del Gobierno de Perú, ya que el Gobierno de España ha debido valorar que una simple lesión de espalda a un ¿espeleoqué? no merecía movilizar gastos y medios. Algo que sí hicieron dos veces, con dos religiosos (¿casualidad?), algo que no critico ya que para mí tienen el mismo valor todas las vidas, sean de donde sean y trabajen en lo que trabajen. Se da la paradoja que el virus, por obra y gracia de una decisión más política que sanitaria (en mi humilde opinión, claro), va a ser expandido por un cura misionero, que hizo suyo el lema del Evangelio y de Jesús de la opción por los pobres, que estaba a miles de kilómetros de su casa, poniendo en práctica su fe, evangelizando desde el ejemplo, ayudando a los más necesitados en el barro, el polvo, en los amagos de hospitales; y no desde púlpitos, adornados con cruces de oro y vestidos con telas de primera calidad; evangelizando a golpe de Ley.

Creo que anoche mismo tenía que haber habido dimisiones. Porque nadie sabe cómo se ha producido el contagio. Porque una trabajadora, que debería estar en cuarentena, estaba de vacaciones. Porque una persona que ha sido susceptible de contagiarse (como desafortunadamente ha sido), y que debería estar bajo observación está con síntomas desde el día 30 de septiembre y la ingresan el día 6, ya sólo por esto debería haber dimisiones y/o ceses. Pero aquí no pasa nada, todo sigue igual. Pero esto no pasa por casualidad. Es un cúmulo de decisiones políticas y económicas que no tienen que ver nada con lo sanitario. 

Como ejemplo:

- El hospital Carlos III, referencia nacional para patologías infecciosas y tropicales, “para ahorrar dinero”, se desmantela una unidad ya montada, organizada, formada y preparada, con todo el dinero que ha costado, para instalar otra igual, en un hospital que no la tiene y que hay que pagarla de nuevo. 

- Se pregonó y publicitó que el riesgo era “nulo”. Nos dijeron “tenemos un sistema de alertas que funciona perfectamente y unos protocolos que se cumplen". Hasta donde yo sé, los protocolos sanitarios están estandarizados, escritos y divulgados entre la comunidad sanitaria. En este caso creo que a pocos sanitarios ha llegado, (si es que existe, es público y accesible). He leído en blogs de profesionales de la enfermería de cursos exprés de 15 minutos en los que sólo se explicaba cómo poner y quitar el traje especial.

Estoy harta, que no nos expliquen nada, que hagan de sofistas hablando sin contar nada, que nos vendan humo, que nos crean imbéciles. Que mercadeen con nuestra salud, con nuestros derechos. Que asumamos una deuda que no hemos generado. Que no paren de salir noticias de personajes y personajillos que si han vivido por encima de sus posibilidades a costa del erario público y que aquí siga sin pasar nada, sin ceses, sin inculpaciones judiciales, sin devolución de lo robado.

Estoy harta de un sistema plagado de psicópatas y narcisistas. Dónde hace tiempo se dejó de buscar el bien común, consensuado y teniendo en cuenta al mayor número de personas.

Creo que hace falta y es necesario un nuevo sistema y un nuevo paradigma de pensamiento (político, económico, social…).

Circula por ahí una definición de locura que atribuyen a Einstein y dice: “locura es hacer lo mismo una y otra vez esperando un resultado diferente”. Pues eso, que habrá que cambiar para salir de esta locura y este sin sentido.

viernes, 3 de octubre de 2014

La mochila de nuestros hijos e hijas.




Empieza el mes de octubre, y con él la mayoría de actividades extraescolares, entre ellas las deportivas. Me centraré en el fútbol por ser bastante representativo de lo que quiero comentar. La actividad física y el deporte lúdico, grupal y reglado es importante para el desarrollo infantil; se aprenden entre otras cosas, nuevas habilidades mientras se socializan con iguales, sus compañeros son sus amigos, conocen la importancia de las reglas y normas para estructurar el tiempo así como las interacciones con los demás. El deporte infantil, de base debe tener principalmente un papel formativo y pedagógico. 

Como padres y madres, buscamos lo mejor para nuestr@s hij@s, dejamos en manos de profesionales lo que más queremos, confiándoles su formación y parte de su educación. Un entrenador deportivo, será un referente más, un líder más de los que conocerá en su vida. A mí personalmente me preocupa mucho este punto, ¿qué modelo de persona y liderazgo ofrecerá a mis hijas?, ¿en manos de quién las dejo?.

La mayoría de los niños y niñas son “normales”, entendiendo esto como dentro de la norma, destacando un número muy pequeño. No sé por qué nos cuesta asumir tanto esto a los adultos, por qué presionamos tanto, en general en todos los campos, quizá el deportivo sea más evidente y ahí es donde hablo del fútbol como ejemplo y paradigma de cómo los adultos perdemos los papeles y forzamos, presionamos e incluso humillamos a nuestros menores. Donde cada error, cada derrota en lugar de recibir un apoyo recibe un grito cuando no un insulto, esto provoca estés y desgana, que dejen de disfrutar de algo supuestamente lúdico y divertido.

¿Qué modelo estamos ofreciendo?, y ¿qué queremos?. No voy a entrar en lo que se ve en muchos partidos, cada vez más, en cómo se pierden los papeles, cómo muchos clubs se están viendo obligados e “vetar” a ciertos padres o madres a los partidos y entrenamientos. 

Llenamos a nuestros hijos e hijas de expectativas que son nuestras, les damos una responsabilidad que no es suya, en el fondo deseamos que sean lo que nosotros no somos, en lugar de procurar que sean la mejor versión de SI MISMOS, no la mejor versión que nosotros queremos de ellos. Acompañando en su crecimiento, su evolución.
Os dejo con una carta que he leido en http://www.efdeportes.com/efd170/los-padres-en-el-futbol-infantil.htm

Deporte infantil. Carta de un jugador menor en forma anónima



    A mis padres, a mis entrenadores, a mis mayores...
    Sé lo que todos ustedes me quieren. Cada uno me lo demuestra en todo momento y en todas partes y en honor a ese cariño que me brindan y que yo también siento hacia ustedes, quiero que me den la posibilidad de crecer de la manera más pura y más simple que pueda.
    Déjenme jugar con la alegría que represento.
    Déjenme ser el niño que a mí me gusta ser.
    No pretendan que logre cosas que tal vez sean importantes, pero para otro momento, y que al buscarlas ahora representa perder otras que para mi hoy son más importantes.
    Déjenme vivir con la edad que realmente tengo, pues sólo pasa una vez por mi vida.
    Y no planifiquen tanto con mi vida, ni con mi persona.
    Tampoco se desesperen por mis derrotas pues el dolor que me produce perder termina un instante después y ya ni me acuerdo y enseguida vuelvo a sentir alegría por jugar y divertirme.
    No busquen triunfos a través mío, ni pretendan que yo sea como ustedes fueron o no pudieron ser.
    Soy un niño y quiero serlo.
    A mis padres, gracias por elegir este Club donde haré tantos buenos amigos y también gracias a mis entrenadores que me educan para que llegue a ser un buen deportista.
    A veces noto que sufren al costado de la cancha cuando juego, no me gusta que sea así, pues en ese momento soy feliz.
    Estoy jugando, y desde adentro pareciera que ustedes, los de afuera, compitieran por mí, que tuvieran celos y que sufrieran por el triunfo que no llega o la jugada esperada que no puedo en ese momento brindarles.
    Si me dieran tiempo entenderían que esa etapa tiene que ser así, que en el deporte como en la vida todo tiene su tiempo, seguramente un día podré dárselos.
    Por favor... dejen que juegue, que me divierta, que sea feliz.
    Soy un niño, no lo olviden.
    Soy un niño...y solo una vez en la vida...