Como madres, nos planteamos muchos asuntos en los que queremos incidir, cuidar y trasmitir a nuestros hijos e hijas. Les influimos y somos modelos en asuntos como nutrición, sueño, relaciones con otras personas y el medio que les rodea, entre otros aspectos…
Para los bebés, somos el primer referente con el que se encontrarán, según nos relacionemos con ellos y con el mundo será la primera impresión que se lleven de los demás y del entorno. Les serviremos de espejo, o más bien, ellos nos servirán de espejo a nosotras sí sabemos mirar.
Además de madres, somos mujeres, personas, con una personalidad, manías, filias, fobias, historias personales adheridas a la piel, familias y relaciones familiares, todo ello configuran nuestra forma de afrontar y enfrentar la maternidad. Cada persona tenemos una personalidad determinada, esta condiciona nuestra forma de manejarnos en la vida, la maternidad y la crianza no deja de ser un ámbito más donde nos manejaremos según esta personalidad.
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Si nos conocemos, con nuestras virtudes y defectos, o al menos atisbamos como nos relacionamos, nos será más fácil encontrar la manera de maternar, criar y educar. Como madres queremos lo mejor para nuestros hijos e hijas, nos focalizamos en procurarles lo mejor, lo hacemos con tanto empeño que muchas veces nos olvidamos de nosotras, de lo que queremos y necesitamos, no medimos fuerzas, incluso hacemos más de lo necesario. Sin darnos cuenta nos perdemos y nos olvidamos de tenernos en cuenta, aparecen las frustraciones, la falta de paciencia, por no hablar de problemas mayores como podría ser problemas de ansiedad o depresión.
Querer hacerlo todo bien y perfecto aparte de imposible genera estrés e insatisfacción, por eso hay que elegir dónde poner más tiempo, energía. Dosificar fuerzas, hacer todo por los hijos puede llegar a agotarnos o ser perjudicial para ellos, hay que reconocer que no somos buenas en todo y que a veces el precio por ofrecer lo mejor es demasiado alto, no solo en lo económico. A veces es mejor cumplir mínimos en unos ámbitos y en otros dar más. Hay que desterrar un poco la idea moderna de intentar que cada instante y cada día sea maravilloso para nuestros hijos e hijas, que no se aburran nunca. Está bien actuar por debajo de la perfección.
Hay mucho escrito en cuanto a crianza y educación, incluso dentro de la crianza positiva, con apego hay matices. Es fácil a día de hoy dejarse llevar por la corriente de querer dar a nuestros hijos aquello que no tuvimos, cuando a lo mejor no siempre coincide con lo que ellos necesitan. A veces lo que necesitan son unas madres y unos padres tranquilos, serenos y felices, que se tengan en cuentan, que conozcan sus límites y que no lo hagan todo por ellos, que les dejen equivocarse, cometer errores.
Aprendamos a vivir sin culpa las decisiones si son coherentes con nosotras y nuestro sistema familiar. Por ejemplo, dar el pecho es lo mejor, lo más sano para el bebé, eso no hay quien lo dude, sin embargo, puede ser muy estresante si surge algún problema que la dificulte, y pasar al biberón supone un alivio y facilita el clima familiar y la relación con el bebé. Esto es sólo un ejemplo de los muchos que surgen con los años.
Con nuestro ejemplo enseñamos y transmitimos, ¿queremos transmitir un modelo de abnegación en el que nos olvidamos de nosotras? ¿En el que nunca decimos que no?
¿Qué te está empezando a pesar? ¿Qué te resulta difícil llevar o hacer? ¿Qué necesitarías cambiar en tu dinámica con tus hijos? ¿Te sientes desbordada? Puede que sea hora de tenerte más en cuenta.