martes, 12 de enero de 2016

Hay ayudas que matan. ¿Qué pasa cuando unas personas intentan salvar a otras?

Si preguntas serás necio treinta segundos, si no preguntas serás necio toda la vida. Proverbio Árabe


¿Qué estás haciendo?, le pregunté al mono cuando le vi sacar un pez del agua y colocarlo en la rama de un árbol. "Estoy salvándole de perecer ahogado", me respondió.
Fábula china.



El ilustre Ben Tahir, guerrero valeroso y hábil gobernante, vivía con sus dos hijas en su hermoso palacio. Desde que ambas nacieron quiso educarlas con inteligencia y sensibilidad, y por eso dejó la educación de las niñas al cuidado del mayor sabio de su tiempo, Abu al Jadá.


Cada mañana, Ben Tahir sonreía contemplando los juegos de sus hijas en el jardín de palacio, y las veía comportarse con elegancia, sencillez y decoro. Pero un día, para sorpresa de todos, las dos hermanas empezaron a pelearse. Sin poder dar crédito a lo que veían sus ojos, el padre se les acercó a toda prisa y preguntó al maestro Abu cuál era el motivo de la trifulca.Naranjas

- Es por una naranja, mi Señor – le reveló éste.

- ¿Por una naranja?

- Así es, mi Señor. Este año el naranjo nos ha dejado sólo una.

- ¡Pues que dividan inmediatamente la naranja en dos mitades, una para cada niña!. ¡Es lo más justo y equilibrado! – dijo Ben Tahir, sin dudarlo un instante.

Se sentía satisfecho, pues su decisión había sido sabia, equitativa y justa.

Sin embargo observó que ninguna de sus hijas pareció alegrarse con la solución, y ambas se retiraron en silencio a sus habitaciones, tristes y alicaídas.

- ¿Por qué mis hijas continúan tristes? ¿Cómo es posible? – preguntó Ben Tahir, desconcertado.

El sabio Abu le respondió:

- Quizá el partir la naranja en dos mitades se revela ahora como algo decididamente tonto, Gran Señor.

- ¿Acaso me insultáis?, vasallo.

- No Señor, sólo digo que prestando más atención a sus hijas podría haber alcanzado un reparto mejor.

- ¿Cómo dices, viejo Abu?

- De haber preguntado, en lugar de decidir por ellas, se habría dado cuenta que consistía en dar toda la piel a quien de ellas la pretendía sólo para ralladura, y así elaborar un pastel, y dar toda la pulpa a la otra quien deseaba comérsela sin más.



Cada vez que hacemos algo por alguien sin que nos lo pida, y aunque nos cueste entenderlo al principio, significa que estamos limitando la capacidad de que haga por sí misma, éste proceder la debilita y victimiza más. Del esfuerzo se aprende, nos ayuda a sacar nuestro potencial, aumenta la creatividad y aprendemos a aprovechar nuestro potencial. Pregunta, observa, deja que decidan, caigan, en definitiva que aprendan a su ritmo.

Que hagan por nosotros claro que es cómodo y placentero, pero es un arma de doble filo, si se alarga en el tiempo corremos el riesgo de caer en dependencia. Dejamos de sentirnos útiles y a la larga seremos excesivamente demandantes. Corremos el riesgo que un mono acabe matándonos con su exceso de cuidados.



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Un saludo




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